CONFEDERACIÓN GENERAL DEL TRABAJO
Sección sindical de CGT-RTVE, local sindical de Prado del Rey, telf:91 581 75 78
EXTERNALIZACIÓN.
Ha sido, es y será, si lo consentimos, una decisión política.
Cuando hablamos de externalización no hablamos de la contratación de productos o servicios lógicos. Hablamos de encargar a otras empresas aquello que podría y debería hacer RTVE.
Empecemos por lo que PODRÍA hacer RTVE.
Después de años de promocionar a productoras y empresas externas, mientras se desequilibraba la plantilla menospreciando a la parte técnica y doblando o triplicando alguna de las redacciones; la capacidad real de asumir ciertas tareas se ha visto reducida.
Gracias también a la inoperante comisión de producción, donde no es suficiente con estar en el Comité Intercentros para poder asistir. Esto se lo debemos a los últimos convenios colectivos, y donde, cómo si de un juego de trileros se tratase, una mano tapa a la otra y se consiente más allá de lo que se podría y debería.
Ahí está la segunda cuestión, lo que DEBERÍA hacer RTVE.
En este caso el Mandato Marco es claro y se establecen unas definiciones y unos porcentajes que cubrir.
No es difícil constatar, viendo la parrilla de RTVE, como vulneramos la legalidad de forma alarmante. En entretenimiento, canales como CLAN rozan el 100% de externalización, mientras que en la 1 y la 2 o Teledeporte ni nos acercamos a cumplir la ley. En los programas informativos, además de usar la denominación ficticia de infoentretenimiento para contratar productoras externas, vemos como se llegan a contratar servicios de reporteros incluso para el propio Telediario, algo netamente ilegal.
Pero, ¿quién consiente esto?.
Para empezar, es voluntad política la que lo consiente y fomenta, pues nuestras señorías están más ocupados sometiendo la independencia de RTVE y sangrando a la gallina de los huevos de oro que redactando los Contratos Programa para las distintas cadenas de RTVE (17 años debe ser poco tiempo). O renovando el Consejo de Administración con personas expertas, plenamente capacitadas y que presenten un plan de de empresa a la altura, en vez de leales servidores dispuestos a acatar órdenes de partido para beneficiar de lo público a sus amos.
Este sometimiento se plasma en redacciones paralelas, creadas por los distintos directivos que van y vienen, según su implicación política, para controlar la línea editorial (devengando así su fichaje o ascenso). Se pretende ocultar con la opacidad de cuentas y gastos, ocultando el expolio que supone para las arcas de RTVE.
Y por último, se implementa gracias a la docilidad sindical de las mayorías que, a cambio de favores, dejan inoperante la comisión de producción, miran para otro lado o directamente usan su maquinaria jurídica para defender a la empresa.
Sindicatos politizados como están, tienen más interés en mantener su poltrona que en convertir RTVE en el servicio público que debería ser. Su clientelismo les mantiene con una plantilla generalmente desmotivada, escéptica y cansada de las constantes decepciones sindicales.
Hasta ahí el quién, ahora el porqué.
La respuesta corta es: dinero.
La respuesta larga es: muuuucho dinero.
Desde siempre, al menos en democracia, RTVE ha sido usada para llegar a donde hubiera sido un escándalo que llegarán los distintos gobiernos o las distintas fuerzas que participan en las luchas de poder por el control de los haberes públicos.
Así, las producciones externas se disfrazan como producciones en colaboración para engañar al Mandato Marco mientras se pagan precios exagerados. O se ceden derechos para mayor lucro de las productoras externas afines de turno. Para ello, con el silencio y complicidad de los presentes en la comisión de producción, o bien se infrautilizan los recursos propios o se saturan, según el caso.
Mientras la plantilla técnica se va reduciendo como consecuencia de las jubilaciones anticipadas para que, empresas como Telefónica o cualquiera de las numerosas filiales de Mediapro, cobrando millonadas, asuman labores propias de los técnicos de RTVE.
Al mismo tiempo, alguna de las redacciones se llenan de equipos dobles que pasan a jugar, o entran en la nevera. Dependiendo a que sean fieles, no a los principios periodísticos de su profesión, si no a los directivos que entran y salen sembrando contrataciones a su paso. Mientras adjudican, retiran o modifican los infames pluses de programa que, al no estar regulados en convenio, son usados como moneda de cambio o presión, según el criterio del jefe de turno.
Del silencio de otros también se benefician. No será del nuestro.
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